Hace unos meses, en búsqueda de la emoción adecuada, comencé un análisis de las cosas que peor me hacían sentir.
Descubrí una grande: La Urgencia (la prisa, la corredera, el apuro, el estrés, etc.).
Así que hice un experimento: "No importa cuan retrasado estuviere, me iba a obligar a actuar como no tuviera ninguna prisa".
¿Por qué habría de decidir semejante cosa?
Lo primero que debes hacer es separar el hecho de estar retrasado (en una cita o proyecto) con el estado emocional de estar apurado": lo primero es un estado, lo segundo es una emoción.
Presa de la angustia (miedo), el apurado está totalmente enfocado en ir más rápido para satisfacer sus demandas de una realidad externa (compromisos, plazos, metas, cuotas, etc.) que se le presenta primordial, sólida, ineludible e inaplazable, con potenciales consecuencias catastróficas en caso de desestimarla.
Aunque lo niegues, el apuro No cambia nada; si vas a llegar tarde, lo harás aunque te apures y si mediante el apuro logras acelerar, tus probabilidades de equivocarte o tener un accidente aumentan exponencialmente; y es lo que suele pasar.
El apurado vive una experiencia de pobreza cíclica: Por estar apurado hace las cosas mediocremente, lo que le ocasiona fallas que generan más estrés y necesidades que le agobian, a lo que responde con angustia... Y más apuro.
El marketing es un rubro en el que los participantes están enfocados en el dinero, el recurso material por excelencia, el ladrillo con el que se construye su realidad, el incuestionable, el impostergable.
"Apurado por dinero" es como podría mejor describir el 90% de mis clientes, asociados y empleados en mis más de 30 años de experiencia en el marketing:
Onerosos trabajadores que, enfocados en el resultado y no en el proceso, pasan toda su vida padeciendo por las consecuencias de su falta de profundidad, incapaces de moldear la realidad a su antojo, siempre esperando un pago que lo cambiaría todo.
Tuve pues suficiente experiencia como para asegurar que:
1 La razón fundamental de las urgencias es económica, por eso:
2 Mientras más enfocada está la persona en el dinero, mayor es su vivencia de pobreza, carencia o frustración.
3 Empresas transnacionales o emprendedores, mientras más apurados estaban, peor lo hacían, cosa que les traía más trabajo... y más apuro:
No lo subestimes, este estado es el arquetipo perfecto de la ciudad moderna:
Apurado por dinero, un estado cíclico tipo rueda de la rata que extingue toda virtud, interés y pensamiento no rentable, sumiéndote en un estado trascendental de pobreza que se perpetúa... hasta que la salud falla.
Esto fue una experiencia reveladora y poderosa que me permitió liberarme del paradigma del dinero y comenzar mi etapa de prosperidad.
Conductualmente, la urgencia es en realidad una manera de expresar la angustia consecuencia de una pobre planificación, una forma retorcida de procrastinación proactiva: te permite "parecer ocupado" mientras te autosaboteas; luego puedes culpar al tiempo que no te alcanzó. Es una guarida perfecta en la que muchos viven por años.
La prisa no es un problema logístico, es emocional, recurrente y profundo.
Emocionalmente, la impaciencia es la ansiedad generada por la frustración del deseo de la inmediatez de resultados, estimulación, premios o reacciones. Mentalmente, es la idea viciosa de que la inmediatez es un valor.
La vida urbana ha implantado la falta de tiempo como un dogma, la búsqueda de resultados inmediatos como un deber y la impaciencia como un derecho. Nada de eso es natural ni sano ni sostenible.
Pero a final de cuentas, es solo una forma de ansiedad, con todos sus implicaciones.
Para quién vive inmerso en el ego, los logros externos (adquisiciones, promociones, aumentos de sueldo, grados, certificados, etc.) son la regla con la que se mide el éxito en la vida; asimismo el tiempo es la medida en la que esos logros ocurren o no.
Quien ha vivido lo suficiente, sobre todo experiencias de logros materiales conoce lo rápido que se desvanece la subjetiva y efímera sensación de éxito y los logros dejan de surtir el efecto placebo para entonces ser casi inmediatamente remplazados por nuevas metas por alcanzar, dando pie a la vuelta de la angustia, la misma que sentías justo antes de alcanzar tus metas
Aunque los logros se alcancen y las metas cambien, lo que se mantiene fijo es tu nivel de angustia. Es sano entender entonces que ni la prisa ni la impaciencia son producto de los hechos y que para resolverlos, no hace falta accionar sobre ellos sino sobre ti.
Para el que vive en el ser, el éxito está relacionado con la capacidad de tener plena consciencia de la experiencia presente para así procesar y utilizar a plenitud la energía proveniente de las emociones involucradas.
La frustración del apurado siempre tiende a crecer y, sin poder dar con la verdadera razón de su angustia, éste apuesta por hacer varias cosas a la vez (por lo general, con un rendimiento y resultados mediocres).
El multitasking requiere enfocarse solo en los aspectos mecánicos y materiales de la vida: procedimientos, logística y resultados. Para ello hay que anular casi totalmente la consciencia y las emociones relacionadas.
El multitasking es la urgencia 2.0, multiplicada, el mismo mecanismo de evasión pero llevado al siguiente nivel de segundo nivel, más complejo pero con la misma base.
El multitasking es el anti mindfulness: mientras más cosas tengas en la mente a la vez más pobre será tu experiencia y más densas serán las emociones que generas.
¿Un problema tan expandido en nuestra sociedad que se soluciona solo en tres obvios pasos? ¿Cómo puede ser posible?; bueno, eso es lo lindo de los problemas emocionales que se solucionan desde la consciencia; el tiempo y la dificultad son subjetivas y variables.
La única solución para este tema es tan sencilla como difícil, sobre todo si vives en el mundo citadino del ego moderno:
Hacer una cosa a la vez, con plena consciencia de ello y suficiente tiempo para que te quede bien y puedas disfrutarlo... o No lo hagas.
En ambos casos, el reto implica desestimar el miedo:
Como puedes ver, decidir implica invertir energías en trabajar tus miedos y bloqueos; el apuro es la excusa perfecta para dejar ese análisis para otro momento... de forma indeterminada.
Debajo de la prisa, un supuesto contratiempo cotidiano, se esconde un trabajo emocional pospuesto con la excusa de la urgencia; una trampa perfecta que podría perpetuarse toda tu vida si no entras en consciencia:
¿Por qué no quiero enfrentarme a esto?
Entonces, manos a la obra:
No es en todo, no eres siempre así, hay áreas más obscuras que otras, descúbrelas. Encuentra los miedos que duermen debajo de tus autosabotajes y prisas recurrentes, conócelos, hazlos conscientes.
Los percances son inevitables, a veces no tendrás tiempo para hacer lo que tenías pensado hacer, seguir ese camino sin detenerte a decidir es volver a caer en el problema.
El aprendizaje proviene de la experiencia y esta proviene de la acción; TODO el que está apurado es porque en su momento procrastinó.
El secreto es perder el miedo a renunciar mentalmente a estados, potencialidades o consecuencias ubicadas en el futuro o en realidades paralelas, ejemplo:
Mientras escribo este artículo que no sé si alguien vaya a leer, se me pasa el tiempo para buscar clientes y hacer más dinero para pagar el alquiler, que se vence el último de este mes, mejor me apuro para terminarlo, ¡ya llevo 5 horas!, ¡no puede ser!.
Sigue la regla de lo relevante y confía en ti:
Lo que es realmente importante para tí, volverá una y otra ve hasta que lo resuelvas, no temas olvidarlo en un momento determinado para concentrarte en una cosa
Si eso a lo que renuncias es accesorio o postergable, no hay problema; si era algo importante, el dolor de haberlo perdido se convertirá en tu mejor aliado al momento del paso 3:
Tú sabes lo que tienes que hacer, como te dije, la prisa no es un problema logístico sino un programa de pobreza emocional que arrastramos de generaciones pasadas, por tanto su solución es una decisión:
La decisión de hacer una cosa por vez, con plena consciencia de ello, pase lo que pase.