Todos los procesos en los que participamos están enmarcados en ciclos, algunos tan breves que no duran ni un segundo otros talentos que duran décadas, vidas, generaciones o más.
Nuestra percepción humana está condicionada al cambio: solo percibimos el mundo exterior porque y cuando cambia.
Nuestra conciencia del tiempo es por naturaleza limitada, así como la capacidad de percibir la mayoría de los procesos y ciclos en los que vivimos y que determinan muchos más aspectos de nuestra vida de lo que algunos estamos dispuestos a aceptar.
Sin embargo, el que sea limitada no significa que sea fija o incapaz de evolucionar, a medida que crecemos, nos vamos haciendo conscientes de procesos y ciclos que ocurren en rangos de tiempo cada vez mayores y más complejos.
Al comienzo solo prestamos atención a los ciclos que podemos experimentar con nuestros sentidos físicos, ciclos que están relacionados directamente con nuestro sustento:
Al avanzar en nuestro crecimiento espiritual e intelectual vamos conociendo otros procesos que se tardan más tiempo, y somos capaces de hacer Zoom Out en nuestro análisis de la realidad.
Muchos se detienen al llegar a la edad adulta pues entregan todas sus energías en conseguir dinero, sin embargo es posible continuar expandiendo nuestro entendimiento y conocer ciclos que son aún más grandes; al abandonar el YO como concepto primordial y pensar en nuestro árbol genealógico como una unidad más grande, entendemos que el tiempo en el que transcurren los procesos que nos definen abarca siglos, generaciones, quizás hasta miles de años.
Entender que somos (muy) afectados por procesos que tardan miles de años en completarse, nos otorga una sensación de trascendencia y nos invita a desarrollar una paciencia más allá de lo que creemos que es tener paciencia.
Entender que somos parte de grandes naves que se tardan muchas generaciones en pasar de un estado a otro nos confiere la paz necesaria para aceptar nuestra realidad de una forma más integradora y provechosa.
Muchos significados que buscas se esconden detrás de ciclos que duran más que una vida.
A las emociones, el tiempo no les importa. Nuestros viajes y procesos emocionales tienen su propio tiempo; es por tanto inteligente, reconocerlo y aceptarlo pacientemente.
Para el necio, su relación con el tiempo es un desastre y suele verle como un enemigo; el inteligente comprende que el problema no es el tiempo sino la angustia ocasionada por el choque entre la realidad y unas expectativas irreales, producto de un pensamiento poco refinado.
Habiendo aprendido a refinar las acciones y aumentar tu capacidad de concentración, te será posible ser más realista en tu planificación y lograr más en menos tiempo.