El enemigo más poderoso al que te enfrentas vive detrás de tus ideas acerca de quién eres: Lo que "te define", lo que "debes ser" y sobre todo, lo que crees que "no estás dispuesto a cambiar".
¡Necesitas antes que nada, sentirte digno, bien portado, justificado, legítimo y eficiente! incluso a costa de las trampas más complicadas y viciosas.
El tramposo se define por su incapacidad de ver y entender la suma algebraica de sus pensamientos, palabras, obras y emociones… y cómo se expresa esta incoherencia en las cosas que le ocurren.
Ser incoherente es no tener poder y por ende, nunca obtener lo que buscas, nunca sentirte pleno ni agradecido, siempre enfocado en las contrariedades y los contrincantes…
… Y siempre con un “pero” en la boca.
El error principal del tramposo es que piensa que sus energías y recursos son infinitos; se ha embarcado en una cruzada egoísta de autosatisfacción ilimitada sin tener en cuenta el equilibrio energético del ecosistema al que pertenece. Este es un sendero en el que solo se aprende después del sufrimiento y el colapso.
Te presento las 6 trampas psicológicas más comunes:
Azorado por satisfacer la interminable lista de deseos de nuestro ego, el tramposo se embarca en dos aventuras al mismo tiempo, una con la mente y otra con el cuerpo, deseando los beneficios de ambos estados, pretendiendo resultados de quién se dedica a fondo, pero con un esfuerzo mediocre que solo genera frustración.
Por ejemplo
El tramposo quiere ganar sin invertir, quiere vida de adulto sin crecer, quiere magia sin ser mago, quiere lo mejor de Los dos mundos sin hacerse de cargo de las consecuencias de sus actos, de su sombra.
El tramposo piensa que va a tener suficiente energía para estar en dos posturas contradictorias al mismo tiempo, pero no. Suele vivir a mitad de camino entre una realidad y la otra, experimentando interminables contratiempos y sufriendo el más poderoso efecto de la incoherencia: la fuga de tiempo y energía.
Por lo general apurado y enfocado en resultados, el tramposo subestima las complejidades de cada reto que se le presenta, viendo solo sus implicaciones superficiales, logísticas o procedimentales.
El tramposo se le da muy fácil enfrascarse en rígidos principios morales, religiosos, familiares, éticos, profesionales o simples caprichos disfrazados, fijos e innegociables, pensando que estos le definen y le aportan algún tipo de ventaja cuando en realidad solamente le limitan y debilitan.
Este tipo de trampas se encuentran frecuentemente en defensores destacados del nacionalismo, religiones, personas muy aferradas al orgullo familiar, líderes, expertos, gurús y funcionarios, principalmente de edades más allá de los 40 quienes ya comienzan a sentir el peso de haber entregado su vida a un sistema parasitario en una sensación de debilidad física y mental que les hace sentirse sobrepasados por la evolución de su contexto.
Los estandartes son una trampa porque el tramposo prefiere aferrarse a sus estandartes a toda costa en vez de pensar por sí mismo en cada reto.
La indignación es llevar el estandarte más allá, al punto de anclarse en el rol de víctima que justifica hasta la peor de las atrocidades.
Sentirse mal, ofendido, atacado o incluso, indignado no es per se una trampa, lo es si no trasciendes la ofensa y no te dedicas a aprender lo que tienes que aprender de eso que te está ocurriendo.
Este principio es usado por el tramposo como mecanismo de autocompasión meritocrática, busca desalentar la crítica, tanto externa como interna, apelando al cansancio y las limitaciones impuestas por la realidad material para justificar la incompetencia y la procrastinación.
... O el famoso grito de batalla de "Cada quien crea su propia realidad y por eso puede hacer lo que quiera". "¡Libre albedrío! libre albedrío!"
Si bien es cierto, la trampa está en usarlo como mecanismo de defensa cuando alguien te critica y no tienes argumentos o coraje para soportar tu postura.
Al defenderte usando la falacia del libre albedrío, pierdes la oportunidad para poner tus creencias en remojo y expandir tu realidad usando al otro como espejo.
Las diferencias individuales son artefactos creados por el ego para ponerle nombre a las experiencias que generamos, pero que a medida que evolucionamos y nos acercamos a la unidad, van perdiendo importancia y se van diluyendo porque vamos gradualmente comprendiendo que no solo nos parecemos muchísimo en los aspectos más fundamentales del ser, sino que en realidad, somos uno.
Vivimos escondidos detrás de elaboradas elucubraciones acerca de las razones de nuestros actos, intentando ocultar sus verdaderas motivaciones, incluso de nosotros mismos.
Costumbres y creencias nos impiden asociarnos con motivaciones moralmente cuestionables, y a pesar de que vivimos sumidos en un profundo egoísmo, no somos capaces de aceptarlo.
Embriagados en autocompasión, confundimos optimismo con indulgencia; perdiendo la habilidad de ver y lidiar con nuestro verdadero drama, ese que le da forma a toda nuestra vida sin darnos cuenta.
Al final del día la trampa te la estás poniendo a ti mismo y tú eres el único perjudicado.
La inteligencia emocional está altamente relacionada con la capacidad de "trabajar con lo que hay", sin la interferencia de juicios y expectativas. Debes entender que postergar el dolor bajo falsas premisas es una manera de crear situaciones mucho más dolorosas y complejas de solucionar en el futuro.
Estas son algunas cosas que me han ayudado a combatir al tramposo que llevo por dentro:
Es mucho mejor trabajar desde una espantosa verdad que desperdiciar tus energías en una hermosa mentira.