Los meses de julio y agosto son muy especiales porque para la mayoría de las personas significan algo muy importante que solo ocurre una vez al año: Vacaciones.
Luego de trabajar como un ventilador en casa de pobre, anhelamos esas dos o tres semanas al año en las cuales tenemos el derecho de ser relevados de nuestras obligaciones, y al fin poder disfrutar de tiempo libre para hacer lo que nos plazca.
¿Quién no reconoce esa emoción?
De hecho, quiero que te enfoques en ella por un instante:
Siente esa sensación de alivio, irrelevancia premeditada y libertad bien merecida , ese derecho adquirido de que nadie te venga a joder, de dormir hasta la hora que te dé la gana, de comer lo que quieras cuando quieras, ese paréntesis de eterno presente en el cual tu única misión es disfrutar de la vida.
Cierra los ojos, respira y revive ese estado.
Estamos programados para pensar que solo el trabajo nos hace dignos y que el disfrute es cosa de flojos, ricos y libertinos. Ya casi nadie valora el tremendo poder terapéutico del tiempo libre, considerado un lujo.
Y quizás, para la mayoría no esté tan mal tener tan poco tiempo libre; trabajar tanto nos atrofia al punto de convertirnos en bestias que apenas tienen algo de libertad, se desbocan a una sola cosa: ¡consumir sin contemplaciones ni medida! En efecto, para la mayoría, vacaciones significa casi exclusivamente comer, beber, fumar, comprar y ver pantallas en exceso.
No es por casualidad que los turistas son el colectivo más odiado en todas las comunidades.
Lo más brutal es que a pesar de la vorágine, lo que al final nos queda de las vacaciones son solo recuerdos de pequeños destellos de tranquilidad en medio de toda esa tragadera.
Lo realmente sorprendente es la naturalidad y sumisión con la que la mayoría de las personas aceptan esta desgracia.Y no es por la libertad como tal, ya que nuestra idea de libertad ha degenerado en el poder entregarnos a nuestros vicios sin que nadie nos detenga.
El tiempo libre es la única oportunidad que tenemos para recuperarnos del miedo, el estrés y la angustia al que nos sujetamos diariamente siendo parte de un sistema que depende de que estemos casados para poder exprimirnos, el tiempo libre es la única oportunidad de retornar al centro y recobrar nuestra esencia.
Una vida así no tiene sentido, ¡no solo porque no sale a cuenta, sino porque nos degrada y nos convierte en autómatas de pellejo y trapo a los que solo les queda la jubilación y la TV como consuelo al final de sus vidas!
Tú lo sabes,
tu cuerpo lo sabe
Y si no lo sabes, pronto la enfermedad te lo hará saber.
¡Afortunadamente, esto es algo que podemos cambiar ahora!
Ya te diste cuenta de que el valor de las vacaciones tiene que ver con el estado mental y no con el tiempo, el dinero que gastaste, lo que consumiste o compraste. En otros videos te he explicado que estados físicos como el cansancio están muchísimo más determinados por las emociones que por el esfuerzo.
En efecto, mi recomendación es que tengas vacaciones todos los días.
Es obvio que no estoy hablando de montarte un avión e ir a una isla tropical, te estoy hablando de hacer el supremo esfuerzo de tomarte una hora al día, usar tus energías para concentrarte y entrar en el estado del zen vacacional del que te hablé al inicio del video: Una hora al día para abandonar absolutamente todas tus obligaciones, actividades y expectativas para entrar en un estado de plena conciencia y pleno disfrute del no hacer nada más allá que respirar.
Eso sí que está a tu alcance y depende mucho más de tu voluntad que de tus posibilidades económicas o logísticas.
Lo cierto es que la meditación y las vacaciones tienen mucho en común, ese estado de irresponsabilidad controlada que compartimos al inicio del video es el punto base para iniciar cualquier ejercicio meditativo.
Para ti que vives sumido en el quehacer diario y no tienes integrada esta práctica, no tienes que ir tan profundo, tan solo hacer el ejercicio de creerte de corazón que estás de vacaciones, unas mini vacaciones, pero vacaciones al fin, una hora sin responsabilidades ni distracciones en la que incluso puedes recordar tus verdaderas vacaciones y dedicarte a disfrutar ese esa pequeña burbuja de irrelevancia que has creado en torno a ti en ese pequeño instante.
Ya luego podrás volver a la rueda de la rata sin problemas, no te preocupes por olvidar algo pendiente, que la rueda de la rata es magnética y te volverá a atraer con todas sus fuerzas, recordándote por las buenas o por las malas todas y cada una de las ataduras que tienes con ella.
Al intentar hacer este ejercicio te darás cuenta de que lo difícil es detener el diálogo interno y concentrarte, Y entonces te darás cuenta del efecto que tantas pantallas, entretenimiento y comida chatarra han tenido en ti, estado que debes revertir a como dé lugar.
Te tienes que dar cuenta de que si no haces todo lo posible por controlar tu estado mental, no hay vacación ni aumento de sueldo que valgan; y entonces sabrás que tu esclavitud no está hecha por las obligaciones externas, limitaciones materiales, logísticas o por la voluntad de otros, sino por tu falta de poder personal y autocontrol, que dan pie a procesos desgastantes que acaban con tu energía: el diálogo interno, autosaboteo, ansiedad, deseos, mañas, compulsiones, autoafirmaciones autofagelantes, FOMO, etc. ...Y al ser este un universo predatorio, estás a merced de todas las entidades que están a por tu energía.
El tiempo libre no es un derecho, es una conquista.